Frente a las recurrentes crisis a las que se ha enfrentado en el pasado, han surgido alternativas que han permitido superar esas crisis y en ocasiones mejorar su desempeño. Existen aportaciones de grandes estudiosos como Porter, Krugman, Patricio Bianchi, ect. pero ¿cómo ayuda la “competitividad sistémica” al crecimiento empresarial y a aumentar la competitividad.
Porter desarrolló una serie de propuestas, entre ellas su “Diamante” que explicaban porqué eran exitosas algunas empresas y de ahí pasó a generar propuestas sobre esta base. Es cierto que en general, ha existido un amplio y antiguo debate sobre el concepto de clúster desde la primera formulación de David Ricardo hace más de doscientos años, hasta la del Instituto de Competitividad de Harvard en 2007. Las primeras definiciones de este término, lo refirieron como una concentración o aglomeración geográfica de varios establecimientos que adquieren ventajas comparativas con la localización y mutua interrelación. Dentro del concepto se definen dos componentes principales: la proximidad, que se refiere a la cercanía geográfica con la que se deben encontrar las empresas o establecimientos y la interdependencia, que se refiere a la mutua interrelación funcional ya sea productiva, de generación y transmisión de conocimientos y tecnologías (Teigeiro y Carvajal, 2007).
En la actualidad el estudio de los clústeres se ha retomado gracias a los estudios de Porter y Krugman. Sin embargo, al mismo tiempo, otra corriente de promoción e investigación sobre procesos de asociacionismo empresarial se desarrolló en Italia encabezada por Patricio Bianchi, que a partir del estudio de procesos de este tipo, desarrollados en el norte de ese país, el sur de España y otras regiones del mundo, sistematizaron los resultados en el modelo de “Distritos Industriales” en los cuales la competitividad no está basada en lograr superar la rivalidad mediante aniquilamiento de la competencia en el mercado, sino en una búsqueda de una nueva visión denominada “competitividad sistémica” que propone el que los diversos actores cooperen para lograr un máximo común denominador de cualidades y de beneficios para todos, incluidos los consumidores y los territorios en los cuales las empresas están asentados, ya que este tipo de competitividad destaca la importancia de fortalecer el capital social y lograr una serie de externalidades que a final de cuentas favorecen no sólo la actividad empresarial, sino también el fortalecimiento del tejido social. El concepto de «competitividad sistémica» propone un marco de referencia para los países tanto industrializados como en desarrollo en el cual si se da importancia a lo que ocurre en el contexto y por ello hace una clara diferenciación entre cuatro niveles analíticos distintos para entender y promover ese tipo de competitividad: META, MACRO, MESO y MICRO. El concepto de “capital social”, aunque tiene antecedentes que rebasan los 50 años, es en los últimos veinticinco años que se ha incorporado en el ámbito del desarrollo económico y social dentro del paradigma propio de los procesos de asociacionismo empresarial, una de cuyas expresiones son los clústeres de TI.
Para una presentación sintética del concepto se recurre a los trabajos elaborados por John Durston (2000) de la CEPAL e Irma Arriagade (2003) de El Colegio de México, así como una nota conclusiva de Lisa de Propis (2005) en su artículo “Confianza y capital social como factores intangibles del desarrollo”. Algunas definiciones breves de capital social son: v Bourdieu (sociólogo, 1985): Capital social es “El agregado de los recursos reales o potenciales ligados a la posesión de una red durable de relaciones más o menos institucionalizadas de reconocimiento mutuo”. v Coleman (sociólogo, 1990): Capital social son “Los recursos socio–estructurales que constituyen un activo de capital para el individuo y facilitan ciertas acciones de individuos que están adentro de esa estructura”. Como otras formas de capital, señala Coleman, “el capital social es productivo, posibilitando el logro de ciertos fines que no serían alcanzables en su ausencia”. Aun cuando los temas de competitividad sistemica y capital social por sí solos son bastos, podemos decir que un aspecto que es característico de un clúster, a diferencia de otros procesos en que se realizan alianzas estratégicas, es que esta figura hace explícita la construcción de redes de cooperación y colaboración entre empresas de sectores aparentemente divergentes para promover el crecimiento económico de una región, en las industrias en que es naturalmente competitiva, resaltando la participación de todos los agentes relevantes del clúster que van más allá de las cadenas productivas principales (empresas, proveedores de servicios, academia e instituciones públicas, entre otros).
Finalmente, por lo anterior se destaca la visión del Clúster Puebla TIC A.C., donde éste se concibe a sí mismo como un grupo sólido de empresas certificadas en las principales tecnologías de la Comunicación e Información, resultado de una alianza estratégica establecida entre instituciones educativas y las empresas del sector de las tecnologías de la información, para facilitar la solución de problemas comunes y la capitalización de oportunidades de nuevos productos y mercados”.
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